Es
difícil expresar con palabras este gran acontecimiento que es el encuentro con
la verdad. Tal hallazgo es el encuentro con lo permanente que se hace
inolvidable. Precisamente, en su origen, la palabra verdad se denomina
a-letheia. La palabra lethos significa olvido y la palabra a-letheia significa
sin olvido. Y esto es justamente porque cuando uno se encuentra con la verdad,
uno se encuentra con lo que permanece, y entonces ya no se puede olvidarlo
jamás. El encuentro con la verdad es el gran acontecimiento en la vida de las
personas, y quienes lo haya tenido es muy afortunado, porque sin verdad no es
posible vivir como persona. ¿Cómo se encuentra la verdad?. En el camino de la
vida hay muchos modos de encontrarla. Se la puede encontrar en el arte, en las
matemáticas, en ciencias como la medicina, la economía, en la política, etc.
Hay quienes la han encontrado en la música, otros desarrollando un problema
matemático, cuando se dan cuenta que, siguiendo tal proceso, tal planteamiento
¡sale la respuesta! y no dice admirado: ¡esto es verdad!, ¡esto es
necesariamente así y no de otra manera! También se puede encontrar la verdad en
una persona. Cuando uno tiene la inmensa fortuna de encontrarse con una persona
que tiene gran riqueza en su ser, el gozo es inefable. La conmoción no es sólo
sensible, involucra todas nuestras potencias o facultades. A partir de ese
encuentro nuestra vida ya no es la misma. Cuando uno se encuentra con una
persona verdadera la propia vida queda iluminada con la verdad de aquella otra
persona, se queda uno deslumbrado. La vida se ve gozosamente transformada. Se
podría decir que se empieza una vida nueva. Antes de conocer a aquella persona
no hay antes, la vida anterior no es verdadera vida, aparece pobre y oscura
ante el resplandor de la novedad, de la verdad, de aquella persona. Se da
inicio a una vida nueva. Se empieza a vivi ir más plenamente, y entonces no hay
pasado, ni dolor, que merezcan recordarse. Gracias a la verdad que aquella
persona, a los nuevos horizontes que nos hace vislumbrar, a aquellas
insospechadas dimensiones a las que nos abre, podemos aprender que nuestra vida
puede ser de otra manera, mucho mejor que antes y por eso ya no se le puede
olvidar jamás. Nuestra vida se ve entonces enriquecida. En las distintas
circunstancias nos basta con pensar en esa persona, en su vida, en lo que hace
y el modo como lo hace, para ser felices. Cuando encontramos la verdad en una
persona, podemos acceder a una revelación muy personal. Ante nosotros aparece
imponente la sabiduría, la bondad, la pureza de alma, y a uno le parece como si
de pronto los sueños, los ideales, se han hecho realidad, que eso que se creía
imposible o difícil de pronto está ahí delante de nosotros. Uno se da cuenta de
que es posible vivir así, en esas dimensiones, con ese ritmo interior, con esa
intensidad. Al conocerle se puede exclamar ¡qué bueno que existas!, ¡Es tanto
lo que me revelas! ¡Me es necesaria un poco de tu luz, de tu verdad, de tu
bondad!, y uno se centra en aquella persona, en quien encuentra puntos de
referencia seguros. Esto indudablemente sucede de modo muy intenso cuando uno
descubre a la persona divina, a Dios. Lo mismo ocurre con el encuentro de la verdad
en la filosofía. Se produce entonces un deslumbramiento, un gozo que llena toda
la vida. Porque la verdad de aquel conocimiento, de aquella ciencia, como en el
caso del encuentro con la verdad de una persona, iluminan la vida de modo
nuevo; debido a que es tal la riqueza de su contenido que de alguna manera
"marca" la propia existencia. Desde entonces la verdad encomienda una
tarea, supone compromiso, la de proseguir descubriéndola y dándola a conocer en
la medida de lo posible. Habíamos señalado antes que cuando uno se encuentra
con la verdad y se da cuenta de que hasta entonces su pobre vida había
transcurrido sin saber que existía aquello, entonces esa verdad, esa persona se
le hace inolvidable. Desde ese momento en adelante no queda más que comprometerse
con ella. Así, el matemático se compromete con su ciencia y se entrega a ella;
igualmente le sucede al médico, al filósofo, etc. Ya no se puede vivir sin
progresar en ese conocimiento. Algo semejante ocurre con el descubrimiento de
la verdad en una persona. Sucede un kairós especial en la historia de la vida
personal que hace que se marque la vida de modo definitivo. La tarea que a
partir de entonces se sigue es profundizar en esa verdad y tratar de decirla.
La vida adquiere un sentido hasta entonces desconocido. Alguna vez ocurre este
acontecimiento: ¡es el gran encuentro con la verdad! Si no se ha tenido nunca
esta experiencia es difícil entender hasta qué punto es importante.
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